Exposición PAISAJES Y LEYENDAS DE ISLANDIA. 9 de Noviembre de 2013. 16:30 - 22:00. Círculo Catalán en Madrid: Plaza de España, 6; 3ª planta (sala Calders)

¿Por qué Islandia?

Me resulta muy difícil, casi imposible, enumerar todas las razones por las que alguien debería visitar Islandia; al aterrizar en Islandia por primera vez, al viajero le invade esa extraña sensación de estar viendo algo totalmente nuevo y único, muy diferente a cualquier país que haya visitado anteriormente; a mí me ocurrió lo mismo, y de hecho, a cada kilómetro de ruta recorrido, anotaba cientos de motivos que luego trasladaría a los míos a modo de convencimiento para visitar este bello país … Pero cuando volví a España, me di cuenta de que eran demasiados como para citarlos todos; Islandia hay que visitarla; ya sea por sus paisajes, por sus gentes, por su naturaleza indómita, por sus cielos azules o por sus cielos grises, por el calor de sus volcanes o por el frío de sus hielos, por su historia, por su pasado o por su presente.


Antes de ir a Islandia, muchos me dijeron que era un país con poca luz, y sin embargo yo lo vi como el paraíso de cualquier fotógrafo. Muchos señalan que es un país joven, pero es el mejor lugar para visionar cualquier proceso geológico sin necesidad de recurrir a la imaginación. Cuentan que hace frío, pero la calidez de sus gentes lo desmiente. Incluso, unos pocos, exponen que es un país “negro”, oscuro y muy triste, aunque el azul intenso de sus mares y las decenas de tonalidades verdosas de sus praderas, demuestran lo contrario.


Se puede encontrar una buena excusa para no visitar Islandia, pero nunca un motivo real. Si bien, es cierto que a priori puede parecer un destino caro, basta con realizar una buena planificación, establecer una jerarquía de prioridades y saber valorar lo que este gran museo al aire libre nos puede ofrecer; son innumerables los enclaves de interés turístico con los que Islandia obsequia al viajero, y sí, digo bien, ya que la inmensa mayoría de los puntos fuertes del país son gratis. Ahora bien, si lo que busca el viajero, son vacaciones de relax en grandes complejos hoteleros con todo incluido y que abarquen la cuarta parte del país, éste, decididamente, no es su destino.


Normalmente, cuando alguien está indeciso acerca de cuál será su próximo destino a visitar, comienza a leer comentarios en foros, escuchar opiniones de su círculo de amigos y familiares, contemplar fotografías, y a indagar sobre su localización exacta; al coger un mapa, el viajero se percata de que una franja sombreada recorre el océano de Norte a Sur; es la Dorsal Atlántica que parece dividir la banda azulada del mapa, correspondiente al Océano Atlántico, en dos; ¿pero sólo al océano? No; el intrépido trotamundos, enseguida se da cuenta de que dicha zona sombreada se adentra en Islandia. “Esto no pasa en otras regiones del planeta, lo que ya lo convierte en destino único” –Piensa el viajero. La fuerte actividad geológica de la Dorsal, y sus procesos volcánicos asociados, le proporcionan una ligera idea del paisaje que se va a encontrar; pero el viajero continúa mirando el mapa, y también advierte que esa línea a la que llaman Círculo Polar Ártico, pasa por el país que quiere visitar; efectivamente, Islandia está en una región muy fría, y esa combinación de hielo y fuego aún la convierte en más irresistible.


Llega la hora de consultar cifras relativas a la población, núcleos urbanos, kilómetros de carreteras asfaltadas, aeropuertos, transporte público, número de turistas al año, … El viajero no tarda en enterarse de que no se trata de un país masificado, ni moldeado a merced del turista caprichoso, sino de un pedacito de tierra virgen, en la que parece que los vikingos extendieron una lona semihermética para preservar esa identidad única; una personalidad singular, una cultura, una lengua y unos valores que hoy en día, se siguen esforzando en las escuelas por transmitir a las nuevas generaciones; así, el joven islandés sabe apreciar y cuidar sus numerosos parques nacionales, reservas naturales, incontables volcanes, imponentes glaciares, islotes llenos de frailecillos, …


Pero al islandés, orgulloso de serlo, también le gusta mostrarle al turista sus riquezas naturales, su pasado y sus tradiciones representadas en diferentes museos; sus ballenas y focas, con múltiples barcos turísticos que zarpan desde los puertos del norte; las islas y acantilados repletos de frailecillos y otras curiosas aves, con avionetas y barcos desde diferentes puntos de la geografía costera; los caprichos vulcanológicos y la geomorfología glaciar, con vehículos adaptados y guías especializados; sus cuevas; sus fuentes geotérmicas; sus rincones favoritos para bucear. Pero sobre todo, al islandés le gusta conversar al lado de un buen fuego en el campo disfrutando de las auroras boreales, o del sol de medianoche; también en un buen restaurante, ó en sus propias casas, disfrutando de su rica gastronomía. Además, los islandeses han aprendido a hablar inglés, y cada vez se aprenden más idiomas en el colegio, para poderse comunicar con los turistas, a sabiendas de que su idioma es prácticamente impronunciable para el resto de los mortales. En esas largas charlas con los islandeses, sobre todo en los pequeños pueblecitos, es donde el viajero escucha y aprende historias fascinantes acerca de elfos, trolls y otras criaturas sacadas de cuentos infantiles ó de las perturbadas mentes de cualquier demente; pero en Islandia, no sólo los niños creen en estos extraños seres, y tampoco parecen tener ninguna enfermedad mental; al contrario, en el país con la esperanza de vida más elevada, la mayor parte de su población cree en duendes, ó al menos, no niega su existencia; así es Islandia, un país en el que las últimas tecnologías y avances científicos no riñen con lo sobrenatural.


El viajero, ya casi ha tomado la decisión de visitar Islandia en sus próximas vacaciones, así que, sólo queda hablar de la bondad de sus habitantes: preocupados por los visitantes, han establecido numerosos campings y áreas recreativas gratuitas a lo largo y ancho del país; han construido hoteles “low-cost”; han habilitado granjas y casas particulares donde dar cama y desayuno al visitante; han instalado baños públicos próximos a cualquier atracción turística, por muy alejada que ésta esté de los núcleos poblados …


¿Qué más se podría pedir? Simplemente, disfrutar de Islandia, apreciarla y valorarla, para seguir conservando sus bosques, sus glaciares, sus montes, sus volcanes, sus piscinas calientes, sus playas termales, sus grutas, sus acantilados, su fauna y flora, sus islas, sus glaciares, …, y sobre todo, hacer que el islandés se sienta orgulloso del visitante y mantenga su seña de identidad única.


No hay comentarios:

Publicar un comentario